La Espera

Es difícil mantenerse en paz cuando existe una espera deseada. Espera que muchas veces es un deseo con fuerza. Es la sensación de cuando muy niño te mantenían la ilusión del viejo pascuero, y tú, como cualquier púber, te hacías cargo de esa eterna espera por el juguete deseado.

Ahora, más adulto-acotado, podría ser algo parecido. La espera la sientes en la garganta, la sientes en tus micro-acciones que no te dejan estar contigo de una manera fluida. Algo de lubricación le hace falta a tu cabeza y pensamientos, éstos están con una especie de trancamiento continuo.

Hay momentos que la espera se vuelve eterna e insoportable. Por más que quieras buscar algún tipo de distractor para olvidar ese peso, se te hace más pesado y ese distractor forzoso que buscas, inevitablemente se te hace un fastidio.

El distractor fastidioso fue inventado, esta acción que encubre la ausencia de lo que esperas, lo ves como algo ajeno.

¿Qué hacer en este estado de angustia? Bueno, traté de leer cierto asunto que no debería ser ajeno, pero nada…ahora me encuentro acá escribiendo acerca de la espera. Creo que esta opción es un poco más sana ya que estás hablando de lo que te pasa por la cabeza, este ejercicio hace que la espera no se sienta encubierta por otra acción o elemento. Esta espera por lo menos está logrando su objetivo, que es el que te centres en ella. Aunque también sabes que cuando llegue el momento que estás esperando te dará lo mismo estas líneas. Éstas no valdrán nada.

Pero momento!!! Haré que estas líneas no sean en vano, como muchas que me han servido en momentos mentales como estos, antes fueron penas, alegrías, o cualquier tipo de sentimiento que fueron conversados en mi interior y quedaron en el olvido. Pero esos pensamientos-conversaciones sirvieron de mucho en el momento y lugar específico, condimentaron ese momento pesadamente insípido.

Volver a recordar los monólogos internos acerca de un sentimiento pasado me han hecho olvidar la sensación de peso y angustia generada por la espera. Aunque ahora que la pienso, vuelve a reflotar.

Sé lo que me produce la espera, y las formas de apacigüarla. Aunque todo depende del grado de la acción esperada y también de contexto en que estás. Como ahora, y otras veces que la soledad es una pésima acompañante para la espera.

Mmmm, “espera” “espera”, ahora pienso que este sentimiento me produce contradicciones. Pareciera que ahora la sacaré del sitial que, creo, no merece ¿o sí?.

Bueno, digamos que ahora no quiero sentir su peso. Por lo tanto, mi querida espera ahora será menos profunda, será sentimiento o sensación objetivizable, algo concreto, una roca, nosé…cualquier elemento químico que sea fácil de analizar y descubrir sus propiedades.

Ahora este objeto se vuelve cuantificable. Llega el momento que sabes más o menos el valor específico que tendrá ésta… mmmmm, pareciera que es para peor!!

La espera en vez de empezar a estar moribunda, da la última lucha como sentimiento o sensación que quiere carcomerte. La espera quiere su sitial, quiere ser como una pena, como la pasión, el amor, como el odio. La espera no acepta ser un sentimiento de una intensidad menor. La espera no acepta que en la mayoría de los casos o las personas que la padecen, su paso es efímero y puntual.

Por eso que en el último aliento que tiene, que es cuando pasa a ser materia cuantificable en tiempo, es en ese momento que reflorece, y esa media hora toma la sensación de una hora, y así, los tiempos se van duplicando en la cabeza de el que espera. Digna lucha quiere dar….no sigo escribiendo.

Se acabó la espera.